Incidente en la iglesia del Monasterio de La Rábida el 3 de agosto de 1896, cuando se estaba celebrando la misa conmemorativa de la partida de las tres carabelas hacia el Nuevo Mundo.
La noticia fue recogida al día siguiente en la
crónica del diario La Provincia
En la
Rábida
La expedición á la
Rábida en la mañana de ayer, estuvo en harmonía con la velada.
Tan numerosos fueron
los expedicionarios, que apenas cabían en los buques «Isla de Luzón,» «Toledo»
y «Tarifa.»
También fueron muchos
vaporcitos, botes y lanchas.
La mañana fresca y el
sol cubierto con espesas brumas, hicieron que el día estuviese muy agradable,
no sintiéndose el calor ni en las horas del medio día.
Por el Monasterio era
casi imposible dar un paso y en la iglesia era imposible entrar, algún tiempo
antes de dar comienzo á la Misa.
Al terminar la fiesta
religiosa, refectorio, celdas y claustros estaban convertidas en comedor.
Por todas partes no se
oye otra cosa que palmadas y las voces de «¡camarero!» «¡camarero!» y estos
corren de aquí para allá, moviéndose con más velocidad que acierto.
Mucha vitualla llevóse
por allá el dueño del «Pasaje de Zafra,» á cuyo cargo estuvo la repostería;
pero en avalancha tan extraordinaria y en apetitos tan felices como los que
allí reinaban, ya hubiese sido casi imposible satisfacer tanta exigencia á no
tener el privilegio de hacer el milagro de los panes y los peces.
El
petardo
Cuando se estaba en la
Misa, alguien hubo de observar que en la puerta de la iglesia un individuo
colocaba un objeto, el cual intentaba darle fuego con una mecha.
En la creencia de que
fuese lo allí colocado una bomba explosiva ó por lo menos un petardo, dieron
aviso a la pareja de la guardia civil que se encontraba próxima, la cual detuvo
infraganti al supuesto anarquista, el que todo confuso y acongojado declaró ser
natural de Palos, llamarse Manuel ó José Martín —no recordamos bien el nombre—
y que el objeto que allí colocaba era unos truenos ó tracas para hacer salvas
cuando el sacerdote alzara á S.D.M.
Como los truenos ó
tracas eran de bastante volúmen é impropios del caso ó propios de una barbarie
—aunque sea de ritual en las fiestas de Palos— y que ya que no dañara en las
personas hubiera producido la natural alarma en los fieles que llenaban el
templo y en todas las gentes que habían en el Monasterio, la guardia tomó la
determinación de detenerlo encerrándolo en una celda.
Según nos informamos
después el señor cura de Palos hubo de manifestar al Alcalde de la villa y al
jefe de la guardia civil, de que efectivamente el detenido había sido encargado
de hacer dichas salvas con esta clase de fuegos de artificio, pero fueron en
convenir que el individuo se había excedido en la magnitud y volumen de los
truenos al efecto preparados.
Sin embargo, el Manuel Martínez —que así se llama— fue conducido á Moguer, á cuyo Juzgado dióse el correspondiente parte.
La Provincia, 4
de agosto de 1896