El paraje de Villarejo,
situado entre los antiguos poblados forestales de Bodegones y Cabezudos, en el
término municipal de Almonte, es un espacio natural de gran valor paisajístico
y ecológico, al que dieron vida los Burgers, una familia holandesa, propietaria
de la Compañía Forestal de Villarejo, que en los años veinte del pasado
siglo comenzó a experimentar en estos terrenos, ricos en agua, con más de cien
especies de eucalipto para la industria de la celulosa.
Los Burgers explotaron
el negocio de la madera hasta que el régimen de Franco les obligó a vender los
terrenos al Patrimonio Forestal del Estado en 1947, a pesar de las numerosas
gestiones realizadas por la familia a través de las autoridades de su país. España
venía de una guerra civil con una economía quebrada y Franco no estaba
dispuesto a consentir que esa riqueza tan importante para el país estuviera en
manos de particulares, y mucho menos de unos colonizadores con capital
extranjero. No fue fácil convencerles para que abandonaran aquellas tierras por
las que habían apostado fuerte años atrás, y como el Estado no podía
expropiarles por no ser una finca baldía, los presionó con insistencia y
finalmente los Burgers terminaron cediendo y malvendiendo su propiedad.
Como testigo de aquella
actividad forestal, que convirtió el erial de Villarejo en un fructífero
negocio, quedan todavía algunas de las muchas especies de eucalipto que dieron
vida a esta zona.
El eucalipto, que tan mala prensa ha tenido siempre por su impacto ambiental, debido a la gran absorción de agua, llegó a ser un arma crucial para luchar contra el paludismo o malaria, una enfermedad endémica, potencialmente mortal que se transmite por la picadura de los mosquitos portadores de este parásito, que estaba causando muchos estragos en la población onubense. Se sembraban cerca de las aguas estancadas; marismas y charcas, para evitar que los mosquitos pusieran sus larvas